Cuestiones de género. La “XXI Reunión Especializada de Mujeres del Mercosur” se desarrolló esta semana en Paraguay. Trata de blancas, inserción en el ámbito comercial y discriminación son algunos de los puntos debatidos. Por María Eva García Simone | Desde la Redacción de APM
El martes 26 mujeres de los países miembros del Mercado Común del Sur (Mercosur), dieron inicio a las jornadas de la “XXI Reunión Especializada de Mujeres del Mercosur” en Asunción, Paraguay.
Los simposios culminaron el viernes 29. Los objetivos del congreso se basaron, primordialmente, en la profundización del debate y el intercambio de experiencias sobre políticas públicas para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas dentro del Bloque.
Durante esos cuatro días de reunión, se desarrollaron mesas técnicas destinadas al abordaje y el tratamiento de cuestiones de riesgo para el género femenino, tales como la violencia -ya sea psicológica, física o verbal - y la situación de prisión por la que transitan muchas inmigrantes.
A su vez, se analizaron y debatieron otros tópicos referidos a la inserción de la mujer en diferentes ámbitos que históricamente fueron circunscriptos al género masculino. Estos son: las fuerzas públicas (Fuerzas Armadas y Policía Nacional), el ámbito del comercio y el contexto político.
La “XXI Reunión Especializada de la Mujer del Mercosur” agrupó a ministras de la Mujer de los países miembros plenos y a delegaciones de Chile, Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia y México. Las conclusiones de la misma giraron en torno a las diversas problemáticas y cuestiones que atañen al género femenino actual.
A continuación, dos de las principales cuestiones que atañen a la mujer en el contexto actual.
1- Trata de blancas: un flagelo en crecimiento
La trata de blancas es concretamente el tráfico de personas. En este caso, mujeres que son sustraídas de sus hogares y de sus familias y obligadas a prostituirse.
Esta grave situación se reproduce en América Latina, siendo una de las regiones con más denuncias realizadas por la desaparición forzosa de mujeres. El tráfico de mujeres para la explotación sexual es una de las tres industrias ilícitas más fuertes del continente y del mundo, en general.
Las mujeres secuestradas son regenteadas por un hombre (“marido”) o una mujer (“madame”), que consiguen grandes sumas de dinero a través de su explotación. Además, existen aquellos hombres, que sin importarles la dignidad de las mujeres y el estado de esclavitud en que éstas se encuentran, pagan por sus servicios.
La libertad y los derechos son valores que en este entramado mafioso pierden por completo su vigencia. Las mujeres -en particular, sus cuerpos- son entendidas como mercancías, menospreciando al máximo sus derechos.
No sólo han perdido su autonomía, sino también a sus familias. En definitiva, se han convertido en esclavas sexuales del siglo XXI a las que les resulta muy difícil escapar de la oscuridad de ese mundo.
Este mundo que se ha conformado y sigue en pie gracias a la cooperación de las fuerzas públicas, del poder político y de la sociedad en su conjunto. Según la Organización Internacional de Migraciones (OIM), en las investigaciones judiciales acerca de la trata de blancas, aparecen involucrados "en forma recurrente, funcionarios públicos y políticos".
A veces, no sólo la contribución conciente en este negocio ilegal contribuye a su mantenimiento, sino también el silencio que hay dentro de la sociedad. Una comunidad que, a través de ese silencio, se vuelve cómplice de este sucio negocio.
Se trata de delitos transnacionales. En la mayoría de los casos, las personas sometidas a los traficantes son llevadas por fuera de las fronteras de sus países de origen.
Estos delitos son considerados como crímenes de lesa humanidad por el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente de niños y mujeres.
El valor de la vida es ínfimo respecto al valor que cobran los cuerpos de estas mujeres sustraídas. Cuando la víctima es una menor, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), puede generar una ganancia de hasta 130 mil dólares al año.
Un claro ejemplo es el caso de Marita Verón, una joven tucumana que con sólo 23 años fue raptada y lleva 6 años desaparecida. Según investigaciones, Marita habría sido vendida a una de estas redes por la suma de 2 mil pesos.
A partir del momento de su confusa desaparición, su madre ha iniciado una lucha incansable para recuperarla. Denunció el entramado mafioso que existe, principalmente, en el noroeste argentino respecto de la explotación sexual.
En esta zona, hay un gran número de prostíbulos que explotan a las jóvenes recluidas allí en contra de su voluntad. Son sometidas no sólo a la humillación sexual sino que a la violencia extrema y al consumo de sustancias tóxicas para que sean más serviciales con el cliente, según lo denunciado por Susana Trimarco, madre de Marita. (Ver: “Las mujeres en la mira”. APM 23/12/2007)
En la zona de la Triple Frontera, según Unicef, más de 4.000 niñas y adolescentes sufren algún tipo de violencia sexual, llegando a la explotación comercial en prostíbulos o cabarets.
Como el caso de Marita, existen miles de otros. Algunos no se han hecho públicos o han tenido tal relevancia en los medios de comunicación. Sin embargo, generan que este flagelo en contra del género femenino sea cada vez mayor y más preocupante.
Respecto a esta preocupación, el Parlamento del Mercosur (Parlasur) aprobó -el mes pasado- un proyecto de la diputada tucumana Beatriz Rojkés de Alperovich, que permitirá la creación de una Comisión de Seguimiento para la lucha sincronizada contra el flagelo del tráfico humano en los países del Bloque.
En este aspecto, una Comisión Especial tendrá la tarea de compatibilización de la legislación vigente entre los diferentes Estados Partes, con el objetivo de organizar una estrategia común para prevenir, reprimir y sancionar el tráfico de personas, sobre todo niños y mujeres.
La Convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia organizada internacional expresa que, "para combatir eficazmente la trata de personas, se requiere un enfoque amplio e internacional en los países de origen, tránsito y destino, que incluya medidas para prevenir dicha trata, sancionar a los traficantes y proteger a las víctimas, amparando sus derechos humanos internacionalmente reconocidos".
Hasta el momento, este flagelo continúa y las leyes no alcanzan para frenar todo el dolor que ello genera.
2- La mujer gana espacios
Según los lineamientos de la reunión, la inserción de la mujer en el ámbito comercial-empresarial y en el político se ha acrecentado en los últimos años. Esto posiciona a las féminas en un lugar antes restringido para ellas y monopolizado por el género masculino.
Las transformaciones del nuevo milenio, hicieron de la mujer -en varios casos- pueda ganarse la vida por sí misma, sin la necesidad de restringir sus días al círculo familiar y hogareño. En ese sentido, se produjo la inserción del género tanto en la esfera privada de los negocios como en la pública.
Según diversos estudios, cada vez son más las mujeres que ocupan cargos en las Fuerzas Públicas, tales como la Policía, el Ejército o la Gendarmería. A su vez, la inclusión en la política y en el área de los negocios ha crecido con gran intensidad, aunque aún este es un espectro dominado por el género masculino. (Ver: “La introducción de la mujer en la política”. APM. 29/08/2007)
Estos casos, son consecuencia de las cualidades que presentan las mujeres actuales: más instruidas, con menos prejuicios hacia si mismas y que se atreven a avanzar en ámbitos históricamente restringidos.
Esta tendencia ha surgido fuertemente desde los años 90. Durante esa década, y con mayor intensidad actualmente, el número de profesionales femeninas en todas las áreas ha llegado a números antes impensados en un mundo históricamente machista.
No obstante, las diferencias entre los géneros aún siguen vigentes. No se han borrado definitivamente la brecha que separa a hombres y mujeres, sobre todo, en cuanto al cargo a alcanzar dentro de la escala laboral y los salarios.
Según estudios, “un hombre que se desempeña de la misma manera que una mujer, percibe un salario mayor que el de ella, tal vez porque socialmente se está acostumbrado a que el hombre trabaje y se piensa que por esa razón desempeñará de mejor manera sus labores que una mujer”.
Otra razón por la que existe esa desigualdad salarial puede darse debido a que aún se considera al hombre como único proveedor del hogar, como sustento de una familia y de su mujer que cumple con el rol de ama de casa y madre.
Los 8 de marzo de cada año, se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. A pesar de esta celebración, existen cifras y datos concretos que evidencian que aún falta demasiado para alcanzar la igualdad de sexos en el ámbito laboral.
Asimismo, no todo se reduce al salario percibido por las mujeres, sino también a otros aspectos esenciales. Es así como en diferentes lugares de trabajo no se tiene en cuenta a la maternidad como motivo de licencia.
Una de las condiciones para superar estas desigualdades de género reside en el hecho de reconocer a la mujer más allá de su rol de ama de casa o madre. Dar el valor real a sus capacidades intelectuales y físicas y a su autonomía respecto del hombre es un camino que se tiene que seguir recorriendo.
La discriminación hacia el género femenino no es una cuestión actual. Un dato muy interesante es lo que reafirma el Nuevo Testamento, según Epístola de San Pablo a los Corintios, Epístola I, capítulo XIV:
- “Las mujeres han de callar en los actos del culto”.
- “Las mujeres callen en las iglesias, pues no les es permitido hablar allí, sino deben estar sumisas, como lo dice también la ley”.
- “Que si desean instruirse en algún punto, pregúntenselo cuando estén en casa a sus maridos, pues es cosa indecente a una mujer hablar en la iglesia”.
El mundo ya no es el mismo de aquellos tiempos. En la actualidad las mujeres no sólo poseen voto, sino también voz para hacerse oír y hacer frente a los actos de discriminación, violencia o, simplemente, para hacer escuchar cuáles son sus derechos.
megarciasimone@prensamercosur.com.ar
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